Si los británicos tienen a James Bond y los americanos a Jason Bourne, los españoles tenemos a Anacleto: agente secreto, y con él, si Ruiz Caldera me permite el guiño, se da por inaugurada la andadura de la que bien podría ser nuestra Spanish Marvel, que nada tiene que envidiar a la yanqui en materia prima dibujada (un poco a lo mejor sí, pero solo un poco; y el Capitán Trueno ya lo hemos echado a perder, pero no nos pongamos derrotistas a las primeras de cambio). De modo que demos la bienvenida a esta muy meritoria y entretenidísima entrada del cine español en el género mainstream de los superagentes y superhéroes, que si Dios quiere – y el público lo bendice- nos proporcionarán un buen puñado de franquicias. Yo personalmente rezaré por SuperLópez.
Con Anacleto han conseguido lo más difícil, y eso hay que celebrarlo. Asumiendo las limitaciones de nuestro cine – económicas se entiende- no han intentado despojar la adaptación de cierta identidad cutre, algo casposa y torpe, presente en el cómic y a mucha honra, consiguiendo una aventura eficaz y con carácter, con acción y mucha guasa, con ritmo y chascarrillos; con esa denominación de autenticidad y de origen que ensalza tanto a su creador gráfico, el Gran Vázquez, como la capacidad de nuestro cine de hacer cine comercial a la americana – aunque el concepto sea casi redundante- sin perder esa personalidad tan nuestra que, cuando se refleja con acierto, funciona y seduce incluso a quienes reniegan del cine patrio invocando todavía y cansinamente la infausta “españolada” de otros tiempos. Lo demostró Bajo Ulloa con Airbag, Javier fesser con Mortadelo y Filemón e incluso… uuf!, casi he dicho Torrente, mis disculpas.
Algún desmayo narrativo y según que pasaje de bricolaje digital se perdonan a cambio del notable tour de forcé de Imanol Arias y el tronchante Quim Gutiérrez, que a golpe de ocurrencia verbal y bobalicón choque generacional nos regalan un pasatiempo fresco, ligero y muy divertido, que debería bastar para garantizar una inmediata secuela.
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