Aliados

Dos películas en una. Eso es Aliados, el nuevo trabajo de Robert Zemeckis (Regreso al futuro, Forrest Gump), del cual han hablado más las revistas del corazón por el affaire Pitt-Jolie-Cotillard, que las de cine. Pero esa sería una tercera historia que nos interesa poco o nada. De modo que nos centraremos en las otras dos, las fílmicas, que conforman una especie de arrebatador díptico de pasión e intriga. Algo así como un dos por uno. Y eso no tiene porqué ser malo. De hecho, puede ser muy bueno. Pero solo si las dos nos gustan, y no es el caso. La primera son cincuenta minutos de cine de espías. La segunda, una hora y veinte de melodrama romántico en clave de thriller bélico. Sugerentes ambas, a priori. En cambio, a posteriori, la corta se hace corta. Tiene ritmo, intriga, una emoción contenida y bien dosificada y, a la postre, un contundente y atronador sentido del espectáculo, de la acción. Pero la larga se hace muy, muy larga. Además de incluir un epílogo sentimental tan innecesario como edulcorado, que busca exprimir unos lagrimales que no se han desbordado por las emociones narradas cuando la historia parecía requerirlo. Algo falla entonces. La película queda coja, descompensada. No convence en su conjunto. Solo a ratos. Y aunque muy bien ambientada en todo momento, correctamente interpretada por la pareja protagonista  (algo impostado a ratos un buen Brad Pitt), y con secuencias notables como el asalto a la gendarmería, la dilatada y angustiosa visita a la joyería o la amenazante caída del avión, la sensación es la de estar ante un film más ambicioso que conseguido, con más fachada que contenidos, más aparente que convincente. Un decepcionante bagaje, pues los mimbres con los que se trabaja y sus planteamientos tienen el suficiente atractivo y potencial como para no acabar siendo una más.