Con un natural gracejo andaluz, descarado y locuaz, sin pelos en la lengua, pero sí en la cabeza – al menos más de los que luce en pantalla-, y sin complejos para denunciar y criticar, Alfonso Sánchez presentó en los CineCiutat de Palma su primer largo como director, guionista y protagonista, ‘El mundo es nuestro’, basado en su propia webserie ‘Mundo ficción’ y financiado íntegramente por el método crowfunding. O sea con el dinero del espectador y ni un solo euro de subvención, por lo que no dudó en dedicarle al sistema, a los políticos y a la (in)cultura institucionalizada en general, una soberbia e enhiesta peineta a la salud del cine independiente.
En una entrevista, este hombre verborreico y simpático, que suelta perlas cáusticas cada dos frases, pero que tiene las ideas claras y la sesera muy bien amueblada, se basta solo para llenar un memorándum, de modo que ahí van las respuestas, y nos ahorramos las preguntas, implícitas todas ellas.
– No le tengo manía a los políticos, creo que son ellos los que se han olvidado del ciudadano, de que su trabajo consiste en velar por nosotros y no en hacer negocio. La política debería ser vocacional, y no una manera de ganar dinero. Y no es el caso.
– A mi me parece bien recibir subvenciones, siempre que no sea para llenarse los bolsillos y comprarse un yate. La cultura necesita ayuda, porque no siempre tiene vías comerciales suficientes para amortizar las inversiones.
– Es muy duro hacer una película financiada en crowfunding, y no creo que vuelva a hacerlo nunca más. Claro que eso es lo que siempre decimos cuando nos deja una novia. No volveré a enamorarme, hasta que te vuelves a enamorar. Pero lo cierto es que se trata de una enorme responsabilidad, porque toda esa gente que ha pagado ha comprado confianza en ti, y trabajas bajo muchísima presión para no defraudar al público. El de la sala porque ha pagado su entrada y el otro porque es mi socio. Ha invertido y quiere disfrutar de lo que ha ayudado a pagar.
– Cuando de pequeño veía las películas de Hitchcock decía: “yo de mayor quiero hacer eso. Dedicarme a contar historias”. Ahora que lo he hecho mis referentes han sido Tarantino, Kassovitz, Berlanga, Forqué y Billy Wilder. Y los que han visto la peli la comparan con Torrente. No sé que pensar, la verdad. Sacar vosotros mismos vuestras conclusiones.
– Creo que si ‘El mundo es nuestro’ le está gustando a todo el mundo es porque es una película cojonuda. Honesta, divertida y conojunda.
– En Internet tenemos más de diez millones de visitas en la serie, así que lo lógico era pensar que todos ellos querían ver la película. Con un 10% ya hubiera sido la hostia, y en cambio solo llevamos 70.000 espectadores y yo recorriéndome todo el país para convencer a más gente de que vaya a verla. Esto del cine y de Internet no lo entiende ni Dios.
– ‘Torrente’ era un peliculón, la segunda parte y la tercera un negocio de la leche, y en la cuarta tiran a Belén Esteban por una escalera, así que ya vale la pena.
– El mejor premio del mundo es el del público, porque el cine si no le gusta al público no tiene sentido.
– El cine es un arma muy poderosa, ya sea para vender hamburguesas o ideas, así que politizarlo es un error y un tremendo peligro. Debería cuidarse más.
– Los franceses tienen muchas cosas malas, pero las buenas son muy buenas, y en tema de cultura deberíamos tomarlos como ejemplo. Un día decidieron que el cine es una industria y no había que politizarlo, y ahí están, haciendo películas de puta madre y que recaudan barbaridades y sin injerencias institucionales.
El argumento de ‘El mundo es nuestro’ es el siguiente: El ‘Cabesa’ y el ‘Culebra’, siguiendo los pasos del Dioni, deciden dar un gran golpe: atracar una sucursal bancaria y huir a Brasil. Lo que parecía que iba a ser un trabajo sencillo, se complica debido a la irrupción repentina de Fermín, un empresario cincuentón cargado de explosivos, que amenaza con inmolarse y exige la presencia de la televisión para llamar la atención sobre su precaria situación económica. Así pues, un simple atraco, se convierte en un secuestro en toda regla con rehenes y explosivos de por medio.
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