Ante la prácitica imposibilidad de acceder a la originalidad, el cine de hoy debe buscar el interés en los detalles: el mensaje, los personajes, la honestidad de la propuesta…
Quizá no estemos ante una película que aporte historias nuevas, ni lecturas sorprendentes, pero apuesta por los personajes, y por momentos, de mucha potencia cinematográfica, y resulta que funciona.
Las tres principales arterias argumentales nacen del mismo personaje, interpretado por un correcto Álex González; el lobo que, a su pesar, pertenece a la manada; el tipo enamorado de la chica ‘equivocada’ y la promesa del boxeo. Y las tres se mezclan bien, en una alquimia sustentada por unos secundarios muy principales, de los que al mismo tiempo cuelgan subtramas sugerentes. En uno de esos ramales – el pugilístico – hallamos a un excelso Carlos Bardem (también autor de la novela que inspira el film). Su papel de Carlomonte, una ex estrella del cuadrilátero que ahora malvive entrenando nuevos talentos, es para enmarcar; por el naturalismo que imprime, por ese ‘malditismo’ contenido, enfrascado en rabia y alcohol y por la ternura que consigue proyectar a pesar de la rudeza de sus formas. En otra via de la trama, nos reecontramos con una Judith Diakahte, un pedazo de actriz – mallorquina de adopción – que elige bien sus proyectos y que aquí – como hizo en Los girasoles ciegos – lo borda. Ella es la novia de nuestro protagonista, esencial para la historia y deslumbrante cuando tiene cerca la cámara. Y en el tercer estadio de la historia el que destaca es Javier Bardem, comedido, austero en sus gestos pero terriblemente convincente encarnando al líder intelectual de una secta neonazi compuesta por paganos y unos matones que dan el pego (bien Miquel Ángel Silvestre).
Con todos estos ingredientes, la cinta podría haber sido perfectamente un panfleto o haberse colapsado por exceso de equipaje. Pero resulta que la dirige Santiago Zannou (El truco del manco), especialista en escoger grandes temas y hacerlos digeribles desde la base de la simplicidad y el buen gusto y, dicho sea de paso, experto en retorcer el drama conservando más de un rayo de optimismo.
Els vostres comentaris