Lo he intentado como reto personal, pero creo que no es posible, siendo rigurosos, redactar una crítica sobre Ahora o nunca sin hacer referencia a Ocho apellidos vascos. Y no es posible, simplemente, porque sin el éxito arrollador de la una, no existiría la otra. Lo mismo que podríamos decir de Perdiendo el norte, por ejemplo. Pues son las dos primeras hijas bastardas de las muchas que le saldrán – ya hay otra en televisión: Allí abajo – a la que ya es una de las películas más taquilleras de la historia de nuestro cine. Ambas deudoras de su fórmula narrativa y de su humor caricaturesco, y consistentes en exprimir la comicidad por la vía del contraste cultural y el choque de las tradiciones, los idiomas y las particularidades endémicas de los bandos enfrentados. Siempre con una boda estrambótica de aquellas resueltas in extremis, en doble función de telón de fondo y motor argumental cómico; y en el caso que nos ocupa, repitiendo incluso a su pareja protagonista: Dani Rovira (amo y señor de la función a golpe de chascarrillo y gracejo andaluz) y Clara lago; aunque esta cede buena parte del protagonismo a Maria Valverde. Raro que no haga un cameo Mario Casas para rematar el póker.
Ahora bien, aunque la película no igualará los registros de su inspiradora, lo cierto es que tiene suficientes ingredientes para convencer a su público natural, que es esa juventud ávida de caras televisivas, entretenimiento ligero, fast food sentimental, astracanadas gamberras pero inocentonas, guiños generacionales y comicidad cómplice de barra de bar (“¡a qué me hago un Melendi!”, dice el protagonista en un avión cuando lo desvían de su rumbo, provocando la carcajada más sonora de la función). Y así al final, y aunque la resolución sea de las más rocambolescas y rebuscadas que recuerdo en este subgénero de las bodas de último minuto – y eso que el maratón en chaqué de Perdiendo el norte tampoco se quedaba corto-, lo cierto es que al encenderse las luces te sorprenden sonriendo, y eso siempre es buena señal.
Els vostres comentaris