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Ackley Bridge

Ackley Bridge

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En un pueblo de Yorkshire, en la Inglaterra post Brexit, dos pequeñas escuelas relativamente cercanas la una a la otra y con problemas económicos deciden fusionarse en un solo centro. Aparentemente, una medida de tal calibre no debería acarrear más problemas que los logísticos, de transporte y de rutinas de sus alumnos y profesores. Pero, si se le añade el componente multicultural, los conflictos pueden ser mucho más profundos y las consecuencias mucho más graves. Esto es lo que plantea Ackley Bridge, en la que dos centros, uno con alumnos en su mayoría procedentes de países asiáticos y otro con alumnos ingleses, deciden unir sus fuerzas para, por una parte, luchar contra sus problemas en sus cuentas corrientes y, por otra, lograr una mayor integración de todas las etnias, religiones, razas y cualquier otra característica diferenciadora y apararentemente irreconciliable. Toda una declaración de intenciones que empuja a los alumnos, profesores y dirección a lidiar con las situaciones más peculiares. Y lo hace en un tono desenfadado, balanceándose entre la comedia y el drama, y proponiendo algunas soluciones temporales y otras definitivas para cada uno de esos conflictos que no pueden sino aplaudirse desde la conciencia.

Con una sola temporada (se está preparando la segunda), Ackley Bridge no deja de ser una apuesta que podría parecer enfocada al público juvenil, que, por otra parte, es el que choca de frente con muchos de los conflictos que se plantean en su día a día, pero que plantea las reflexiones necesarias para que el público que busca algo más que un entretenimiento de casi 50 minutos por capítulo pueda sentirse a gusto y con ganas de más. De hecho, si hubiera que ponerle un pero, sería precisamente ese: que ahora mismo solo haya seis capítulos disponibles. Todo lo demás es un magnífica forma de revolver las ideas sobre la convivencia en la sociedad multicultural en la que vivimos. Con ingredientes que recuerdan a la brillante La clase, de Laurent Cantet, cocciones de las desgarradoras dos temporadas de Happy Valley y lecciones de la mítica El club de los poetas muertos, los distintos personajes sobre los que se centra la acción ofrecen un rango de visiones tan amplio que (casi) no deja ningún tema en el tintero.

Se hace fácil ver series como Ackley Bridge: por su estética edulcorada en la medida justa para su consumo más allá de los amantes del drama sesudo, sus pequeños aderezos de comedia muy británica, sus personajes aparentemente estereotipados pero mucho más densos de lo que aparece en superficie y un ritmo que no desperdicia ni un solo segundo. Aunque, sin duda, lo mejor que ofrecen sus 360 minutos de metraje completo es ese poso que deja más allá de su visionado, palabras, situaciones, acciones y respuestas, que quedan en la retina, la memoria y los hechos de un día a día al que la sociedad, por lo menos la de ciertos lares, tiene que acostumbrarse a vivir. Puede parecer una serie más, pero no lo es.

 Directores: Jon East, Robert Quinn, Penny Woolcock Intérpretes: Poppy Lee Friar, Samuel Bottomley, Amy-Leigh Hickman, Sunetra Sarker, Paul Nicholls, Liz White, Fern Deacon, Nazmeen Kauser, Sam Retford.

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