A escondidas es una de esas películas pequeñas con mucho que contar, pero que no encuentran la manera de hacerlo. O de hacerlo bien, al menos. Y es que su director, Mikel Rueda, se complica la vida narrativamente cuando ya era bastante complejo abordar las múltiples aristas sociales y emocionales que plantea el film, y que hubiera agradecido formas sencillas y directas, tan austeras como lo es la propia película, y no una pretenciosa estructura en desorden cronológico que, en realidad, no sabemos si pretende innovar o esconder a base de rodeos las carencias de un guión tan endeble, que linealmente las hubiera hecho aún más patentes dejando en evidencia la historia. Un relato con posibilidades, todo hay que decirlo, porque se atreve con el despertar a la sexualidad homosexual de unos adolescentes enmarcados en el conflictivo contexto social de un segmento poblacional de Bilbao, clasista, racista e intolerante, que rechaza y vive como una amenaza la inmigración ilegal o cualquier actitud diferente a lo “tradicionalmente correcto”. Un cóctel peliagudo a nivel ético, moral, social e incluso ideológico, propicio para plantear una colección de retratos humanos que escapen del estereotipo o que al contrario los subraye en su propia salsa, pero que en cambio se queda en nada – un vacío aburridísimo además-, por la falta de garra en la dirección, la artificiosidad de las atropelladas acciones que hacen avanzar la acción a empellones, y la impostada espontaneidad del reparto, que nunca resulta creíble ni provoca empatía alguna.
Algo de verdad hay en la historia, pero se queda en el tintero de las buenas y valientes intenciones por la falta de pericia de sus responsables. Y no podemos achacar dichas insuficiencias a la falta de recursos de la producción, ya que con idénticas limitaciones presupuestarias, sino más, y unas coordenadas argumentales en la misma órbita, el film peruano Contracorriente resultaba formidable.
Els vostres comentaris