Me jugaría las uñas del pie izquierdo a que a Hans Weingartner le apasiona Dos en la carretera (¿y a quién no?), y de manera más consciente que accidental decidió hacer una revisión actualizada y generacional del film de Donen, sacando a relucir temas imperecederos como el amor, el sexo, la infidelidad, la felicidad… Es decir, la vida en pareja o sin ella, aunque estirando un poquito más la cuerda de la actualización y colando una cuña de filosofía sociopolítica, muy a la moda de “los extremos se tocan”, que nos lleva ni más ni menos que hasta la convivencia y competencia prehistórica entre neandertales y cromañones, que no es poco. Y todo para narrar una historia de amor al uso que, de algún modo, puede resumirse con aquello de que hablando se entiende la gente o, más bien, hablando se enamora la gente.
303, modelo de la vetusta caravana Mercedes que conducen, es una road movie clásica, de las de toda la vida, y diríase que hasta bastante convencional, pero muy bien dosificada, algo retórica o reiterativa en algún momento, pero escrita con soltura, tacto y sensibilidad, e interpretada con un naturalismo que probablemente incluya la improvisación, y que la hace del todo creíble. Algo fundamental para que convenza, pues la vida discurre, fluye, y no está planificada según las normas del montaje. De parecer una película, tal vez no funcionaría igual (la escena del visitante nocturno en la estación de servicio roza ese problema). Y así se consigue que empaticemos desde el inicio con ambos personajes, que intuyamos el final desde el minuto cero, pero que no nos preocupe porque en buena compañía las sorpresas no son necesariamente las mejores emociones.
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