Amando a Pablo, odiando a Escobar. Este es el explícito título del libro de Virginia Vallejo, fragmentado después para convertirse en película. Y eso es lo que cuenta el film, el amor-odio que por el monstruo sintió la periodista colombiana que mejor y más íntimamente le conoció. Pero a la postre resulta bastante obvio. Plano. Al menos en su forma cinematográfica. Porque sí, el personaje del narco es apasionante, pero casi todo está dicho ya. En los telediarios y en los infinitos documentales realizados hasta la fecha, y poco o nada nuevo nos aporta el film actual, ni en formas ni en contenidos, por lo que no es demasiado estimulante. Y eso que los nombres implicados apuntaban alto. La pareja Javier Bardem / Peneloe Cruz le aportaba esa credibilidad morbosa, entre íntima y legendaria, que suele generarse cuando se mezcla realidad y ficción. Y León Aranoa es toda una garantía desde el papel, que suele concretarse, incluso revalorizarse, con las imágenes. Pero flaqueó en su primer producto internacionalizado: Un día perfecto – mejor el embrión que el resultado-, y vuelve a tropezar en el segundo. Parece como si se le escapase de las manos la esencia de los proyectos cuando crecen. Sus personajes pierden autenticidad (no sé si es el doblaje, pero ella no es creíble). Las distancias cortas ceden protagonismo al peso de la producción, a la aparatosidad, y se aleja del mejor cine de personajes de su autor: Barrio, Los lunes al sol. Se uniformiza, y se convierte en otro más. Otro film, otra biografía, otro retrato, otro reportaje, pero no una película de León de Aranoa. No al menos de las de antes. Y conste que asépticamente la película es correcta. Nada que decir. Bien contada, e incluso con algún hallazgo o idea de guión destacables (la conversación de la aspirina que abre el film, por ejemplo). Pero sin pegada.
Javier Matesanz
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