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Las confesiones

Las confesiones

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Qué mejor escenario para una intriga que los intestinos del G8, donde se cuece el futuro de la economía internacional. Los líderes financieros de los países más industrializados del mundo están a punto de tomar una decisión, de aprobar un plan ultrasecreto y trascendental, intuimos que muy impopular, además, que garantizará la supervivencia del sistema capitalista y, por ende, el modelo económico-social imperante. Pero el presidente del Fondo Monetario Internacional, el único con la fórmula definitiva, con la solución que “salvaguardará el primer mundo y perpetuará el poder del dinero, que debe destruir para seguir creciendo” (sic), decide invitar a la cumbre a un monje, se confiesa con él la víspera del gran encuentro, que tiene en vilo a los antisistema -y también a los pro-, y después se suicida llevándose consigo su secreto, que de inmediato deviene de confesión y un auténtico marrón para el cartujo. El misterio está servido. Con un macguffin de corte macroeconómico genuinamente hitchcockniano, y un poco en la línea de los clásicos literarios de Agatha Christie: encerrados en un hotel de lujo, y aislados del mundo que pretenden moldear a su antojo, deberán dirimir el qué, quién, cómo y por qué de todo lo acontecido. Y empiezan los interrogatorios que, huelga decirlo, serán más bien confesiones.

Un sensacional planteamiento para lo que se revela de inmediato como un anti-thriller, con un suspense servido en sordina, sin apenas ritmo ni acción, sin violencia, sin verdadero clímax y, sin ánimo de spoilear, sin tan siquiera conclusiones. Aunque cada espectador podrá urdir la suya, pues a lo largo de todo el film, a base de pensamientos, teorías económicas más o menos realistas o utópicas, y reflexiones humanísticas de los diferentes personajes, nos dibujan un lienzo socioeconómico sobre el cual cada uno podrá colocar las fichas de este juego según sus convicciones o sus intuiciones. Y de ese modo concluir, con un amplio margen de error, eso sí, que es lo que nunca contó el confesor, y si de algo nos salvó o nos privó.

Yo francamente pienso que Roberto Andò ni lo sabe ni se lo plantea. Ventajas del demiurgo creativo. Quien por cierto ha dirigido el film con un gusto exquisito, sin descuidar un solo elemento visual, como si de una obra pictórica se tratara, y confesando a cada plano su admiración por el último cine de Sorrentino, continuamente aludido, y no solo por Toni Servillo.

Director y guionista: Roberto Andò. Intérpretes: Toni Servillo, Connie Nielsen, Lambert Wilson, Daniel Auteuil.

 

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