El argumento de El asesino de los caprichos bien podría ser el de una película USA de David Fincher. El cineasta americano la hubiera dotado de todo aquello que hizo grande e inolvidable su trabajo en Seven o Zodiac, y que son los ingredientes que le faltan, excepto en contados momentos, al film realizado por Gerardo Herrero, que resulta demasiado aséptico y contenido para perturbar y conmover como debiera. Le falta sordidez, sobretodo eso. Más que suficiente para desactivar buena parte de su eficacia. Y es que es una carencia básica y necesaria, imprescindible tratándose de un asesino que imita a Goya. ¿Hay algo más sórdido y rotundo que los grabados de Goya? Pues bien, la película no lo refleja, y se queda en correcto y entretenido, pero irrelevante telefilm con asesino de pinacoteca. Una pena.
Y conste que hay cosas francamente buenas en la cinta. El dúo policial formado por Aura Garrido y Maribel Verdú funciona (bastante infrecuentes las parejas femeninas), y sirve para que la segunda se reivindique como actriz polivalente dotada también para registros más rudos y agrios que aquellos a los que nos tiene acostumbrados. Y si el director hubiera optado por insinuar o mostrar los crímenes, en vez de convertirlos en insípida y desaprovechada puesta en escena pictórica, y les hubiera insuflado el brío dramático, casi terrorífico, de la secuencia desenlace, inesperada y sobrecogedora, estaríamos hablando de un gran film. Pero solo es un thriller más, que pasará desapercibido en un género que vive uno de los mejores momentos de su historia en España con emblemáticos títulos como Celda 211, Grupo 7, La isla mínima, Tarde para la ira o Cien años de perdón, entre otros.
Javier Matesanz
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