Supongo que nadie se ha tomado en serio esta película, así que tampoco lo haré yo. Me limitaré a comentar lo evidente que, más allá de que se trata de una estrategia comercial urdida para exprimir un poco más el relativo éxito del Escuadrón suicida, pasa por reconocer y aceptar que se trata de una simple gamberrada sin aspiraciones artísticas, que se conforma con entretener esgrimiendo el aún poco frecuente cambio de signo genérico en el género –valga la redundancia-. O sea, una película de mujeres en un terreno habitualmente transitado por hombres. ¿Feminista? No, qué va. Solo femenina. Eso sí, en roles habitualmente ejercidos por musculosos mastodontes masculinos, todos ellos hipervitaminados y poco dados a la retórica. Así que repetimos la fórmula pero con ellas, que reparten porrazos hembra a diestro y siniestro, con rotundidad incontestable, pero sin demasiada justificación argumental. Ni falta que hace. Es lo que se lleva, porque la cosa viene de un cómic muy loco, y porque hay un público – o eso dicen-, que disfruta con este esquematismo violento, que se resuelve con un par de frases estereotipadas y las consiguientes y eternas coreografías de lucha, tan innecesarias como imposibles la mayoría de veces. Pero eso sí, muy espectaculares.
En tiempos del “Me too” no sé cómo habrá sentado el hecho de que ella se sienta despechada por el Joker (que encima ha ganado el Oscar), quien al romper con ella la deja desvalida y sin objetivos. Algo que ella oculta y no confiesa, pues sin él nadie la respeta (Harley Quinn dixit). Lo dicho, feminista no es la película. Y además es mala, por qué no decirlo. Otra cosa es que los fans del personaje o de Margot Robbie –entre los que me hallo-, se lo hayan pasado bien con tanta tontería efectista. Pero entre estos no me hallo.
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